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El trabajo del diseñador de servicios es por excelencia el de traducir contextos. En palabras de Hannah Pick, fundadora de Onda Collective:

“Onda es un colectivo de diseñadores, investigadores y traductores culturales” .

Estas palabras, en su momento, generaron un cambio de perspectiva frente a la forma de afrontar el proyecto realizado de la mano con ellos: ya no éramos diseñadores, éramos traductores culturales y, al parecer, sin saberlo, era algo que veníamos siendo desde hace un tiempo.

¿Qué es un traductor cultural?

Un traductor cultural es quien se embarca en la investigación de una cultura específica con el objetivo de presentarla en otros contextos. Usa herramientas de investigación de escritorio y de inserción, aprende el idioma y las prácticas culturales como un observador sin prejuicios que, a diferencia de un antropólogo, tiene una razón que guiará su curiosidad en la búsqueda de valor y utilidad práctica de la información aplicada al diseño y a los negocios. En palabras de Hannah Pick:

“Como traductora cultural mi trabajo es generar espacios de comunicación entre culturas y contexto, ayudando a mi cliente a ponerse las gafas o caminar en los zapatos de aquellos otros que investigamos”.

Con esto en mente, el reto con Onda Collective era mapear las dinámicas de manejo de dinero por parte de personas naturales en Colombia y en otros países para compararlas y luego llevar este conocimiento a un tercero en Estados Unidos. Un trabajo de investigación, interpretación, comunicación y, sobre todo, de traducción cultural.

¿Traducir lo hace cualquiera?

En el proceso del proyecto, nos topamos con la realidad de que traducir se divide en dos pasos, el primero es decodificar el sentido del origen y el segundo es recodificar en la lengua objetivo de interpretación y comunicación. La labor de traductor puede ser tan difícil como el reto lo presente, es decir, si se trata de traducir palabras, pues no hay mayor problema, hasta Google nos puede ayudar. Ahora, ¿tener una conversación en otro idioma? Es posible que aumente el grado de dificultad relacionado con la fluidez y el entendimiento, sin embargo el reto sigue siendo llevadero. El problema real, es cuando la traducción llega al nivel contextual, aquí nos encontramos con que la traducción por sí misma no basta. En este nivel el traductor debe tener un entendimiento profundo de las características culturales, demográficas y psicográficas del contexto a traducir y del que recibirá la información.

Un ejemplo de lo anterior es la expresión latinoamericana del Gota a gotaSi tan solo traducimos las palabras, entonces, sería Drop by drop. ¿Será que alguien fuera de América Latina puede entender que el Gota a gota es un prestamista que no pide referencia ni soportes para prestar grandes sumas de dinero de manera rápida? ¿Que, además, te va a cobrar unos intereses gigantescos? Y todo enmarcado en una situación no tan legalLo más seguro es que no y aquí viene el reto de interpretación en el que tomamos la decisión de explicar algunos conceptos complejos sin la necesidad de traducir la palabra. Así, convertimos el Gota a Gota en un extranjerismo como el barman, el chef o el slogan, y explicamos el trasfondo detrás de esta dinámica: opción de acceso fácil y rápido a grandes sumas de dinero, que es una práctica ilegal, de altos intereses y amenazas constantes para cumplir con las cuotas.

Es por eso que es importante preguntarse: ¿con la traducción alcanza? Para así generar el proceso de empatía en doble vía, los traductores son empáticos con quien les entrega la información, para entender el porqué de las cosas y con eso podrán ser empáticos con quien la recibe para saber cómo explicar la información que ya comprendimos.

Preciso, para seguir entendiendo la importancia de la traducción cultural, tenemos otro ejemplo perfecto que habla sobre la cultura colombiana y que de traducirlo al pie de la letra tan solo lograríamos confundir al receptor de la información.

Piggy Bank

Lector o lectora que me lee, ¿dónde ahorraba, usted, de pequeño?

Probablemente las respuestas pueden ser en un marrano, debajo de la cama o en un cajón. El tema es que un marrano es, en realidad, una alcancía. Debajo de la cama es debajo del colchón y un cajón puede ser el del clóset con el dinero escondido entre las medias, y explicar esto supone un reto interesante, por decir lo menos.

-Yo guardo la plata en el marrano o debajo de la cama –nos dijo un entrevistado en campo.

-I keep the money in the pig or under the bed –Sería la traducción al pie de la letra.

Este tipo de comentarios hacían que nuestro aliado durante la entrevista con traducción en simultáneo nos preguntará cosas cómo: ¿Cuál marrano? ¿Los Colombianos meten plata en animales? ¿Cuándo compró un marrano? ¿Por qué debajo de la cama? ¿Tienen cajas fuertes debajo de las camas en Colombia?

Bajo ese aguacero de preguntas, entonces, nuestro rol desde Háptica era encontrar la forma de explicárselo a Onda Collective y que ellos, en un segundo escalón, fueron los responsables de transmitir esta información a las personas en Estados Unidos. ¿Cómo? Con el contexto claro, gracias al ejercicio de traducción, ellos buscaron ideas culturales y contextuales afines a este país para explicar, lo más cercano posible, lo que significaban estas expresiones.

Estos son algunos ejemplos que surgieron mientras realizábamos las entrevistas con las personas. En el camino, entendimos que el proceso de traducción cultural tiene ciertas reglas cognitivas que debemos tener en cuenta. La primera es que no existe lo obvio, al insertarnos en nuevos contextos nos sorprendemos constantemente de la cotidianidad del otro y de esta forma es que logramos sustraer la mayor cantidad posible de información. Para no ir tan lejos: el manejo de dinero, por muchos factores, varía enormemente de una zona rural a una urbana o periurbana. Dar por sentado que es igual en todas partes, sería un error catastrófico.

Lo segundo que debemos saber es que el rol del traductor cultural es facilitar conversaciones que permitan alinear información y superar los malentendidos, esto requiere de una actitud abierta y dispuesta a aceptar las cosas como son, en lugar de juzgarlas.

Tercero, más que un aprendizaje, nos queda una pregunta que queremos dejar acá para todos los que nos leen:

¿Los diseñadores de servicios somos, en efecto, traductores culturales?

Sobre el autor:

Juan Fankhauser es diseñador de la Pontificia Universidad Javeriana. Los que lo conocen saben que él en vez de pensar fuera de la caja, vive fuera de de ella. Luego de escribir este texto, se embarcó hacia su nuevo reto: una Maestría en Suiza.

Conoce más sobre este proyecto, Onda Collective y Hannah Pick en:

https://translatingculturefor.business.blog/author/hppick/